martes, 13 de mayo de 2014

El amor en los tiempos del cólera (1.985) Gabriel García Márquez (1927-2014) **** 1/2


Gabriel García Márquez  acaba de morir dejándonos un legado maravilloso. De ese legado he elegido esta novela, que no había leído. Al leerla he resucitado al autor y a sus personajes; es lo que tiene la literatura. Gracias Don Gabriel por dejarnos esta herencia de la que podremos disfrutar por muchos años sin más esfuerzo que el de abrir una de sus novelas y comenzar a leer. 

 La novela trata de la historia de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza, en el escenario de un pueblecito portuario del Caribe a lo largo de más de sesenta años. Una historia muy bella y muy bien estructurada. No es esto sin embargo lo que más me ha cautivado si no la forma de escribir de este monstruo del español.¡Qué maravilla de lenguaje y qué maravilla de recursos gramaticales! Esta maestría ha hecho que me haya encontrado en los lugares que describe como si estuviera allí, viendo los paisajes que describe, a los personajes que se mueven por el escenario, oliendo los perfumes tropicales, y, sobre todo, sintiendo lo que sienten sus protagonistas. He llorado de emoción en muchas ocasiones, y he reído con la chispa de sus comentarios.

 La novela no tiene mucho del famoso realismo mágico asignado a García Márquez, pero su forma de escribir me ha hecho soñar con que un día yo pudiera hablar como él escribe; eso sí que sería mágico. Copio esta escena del encuentro entre el Dr. Juvenal Urbino y la jamaicana Barbara Lynch como ejemplo de su forma de escribir:

"El doctor Juvenal Urbino la había conocido cuatro meses antes, esperando el turno en la consulta externa del Hospital de la Misericordia, y se dio cuenta al instante de que algo irreparable acababa de ocurrir en su destino. Era una mulata alta, elegante, de huesos grandes, con la piel del mismo color y la misma naturaleza tierna de la melaza, vestida aquella mañana con un traje rojo de lunares blancos y un sombrero del mismo género con unas alas muy amplias que le daban sombra hasta los párpados. Parecía de un sexo más definido que el del resto de los humanos.

La señorita Lynch era de una belleza interminable.

Había ido a la consulta externa porque sufría de algo que ella llamaba con mucha gracia cólicos torcidos, y el doctor Urbino pensaba que era un síntoma de no tomar a la ligera. De modo que palpó sus órganos internos con más intención que atención, y mientras tanto iba olvidándose de su propia sabiduría y descubriendo asombrado que aquella criatura de maravilla era tan bella por dentro como por fuera, y entonces se abandonó a las delicias del tacto, no ya como el médico mejor calificado del litoral caribe, sino como un pobre hombre de Dios atormentado por el desorden de los instintos.

La señorita Lynch, en cambio, se abandonó en sus manos, y cuando no tuvo ninguna duda de que el médico ya no estaba pensando en su ciencia, dijo:

-Yo creía que esto era no permitido por la ética.

Él estaba tan ensopado de sudor como si saliera vestido de un estanque, y se secó las manos y la cara con una toalla.

-La ética --dijo- se imagina que los médicos somos de palo"

¿Para qué tengo que leer libros de reciente publicación y de dudosa calidad teniendo la posibilidad de disfrutar de una lectura tan maravillosa como esta?


2 comentarios:

maria losada dijo...

Despues de lo que hablamos sobre este libro. Me lo han regalado así que en cuanto lo acabe daré alguna opinión

maria losada dijo...

Despues de lo que hablamos sobre este libro. Me lo han regalado así que en cuanto lo acabe daré alguna opinión