miércoles, 14 de noviembre de 2012

El giro - De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el Mundo Moderno (2011) de Stephen Greenblatt (1943)


El autor tiene una larga carrera docente y es considerado el padre de una nueva teoría crítica de la historia que busca unificar: literatura, contexto histórico y cultura. Actualmente es Professor de Humanidades de la Universidad de Harward y recibió por este libro el National Book Award del 2011 y el Premio Pulitzer del 2012 en el apartado de No Ficción.

En un momento histórico delicado, durante el concilio de Constanza (1414 -1418) que daba fin al cisma de la Iglesia, Poggio Brancciolini, cesante como secretario apostólico del recientemente destituido Papa Juan XXIII (nombre que quedó vacante hasta que nuestro querido Roncalli lo tomó en 1958), se encuentra ante una estantería de la biblioteca de un monasterio, probablemente Fulda en Alemania, y halla un extenso poema perdido De rerum natura (La naturaleza de las cosas) de Lucrecio (siglo I a. C), poeta romano discípulo del griego Epicuro (siglo IV a. C.), defensor del amor y de la búsqueda de una buena vida y de la felicidad y también del filósofo y físico atomista Demócrito (siglo V-IV a. C): el principio de todas las cosas son los átomos y el vacío y todo lo demás es dudoso y opinable y lo que existe en el mundo es fruto del azar y de la necesidad.

La búsqueda de textos antiguos había empezado el siglo anterior. Petrarca lo hizo con un sentimiento superior al de cualquier descubrimiento de tesoros,

 que solo ofrecen un placer mudo y superficial, en tanto los libros deleitan hasta lo más profundo, dialogan con nosotros, nos asesoran y están ligados a nosotros con una intimidad viva e intensa. (pag.108)   

Poggio al encontrar este libro revolucionario y marcadamente heterodoxo, reabría una nueva forma de pensar que lanzaba al mundo a la modernidad, vital para el renacimiento de las ideas e influyente en Giordano Bruno. Montaigne, Shakespeare, Galileo, Erasmo, Maquiavelo, Newton, Einstein, Monod y tantos otros

 … estaba liberando algo que suponía una amenaza para todo su universo mental… recuperar las huellas perdidas del mundo antiguo era la finalidad más elevada de su vida, de hecho el único de sus principios que no estaba contaminado por la desilusión y la risa cínica. Pero al hacerlo es probable que dijera las palabras que según se cuenta, pronunció Freud ante Jung cuando se dirigían al puerto de Nueva York para recibir los entusiastas elogios de sus admiradores americanos “¿Acaso no saben que les traemos la peste?”. (pag.160)

Hay momentos, raros y poderosos, en los que un escritor, desaparecido durante largo tiempo de la faz de la tierra, parece que se planta delante de ti y te habla directamente, como si te trajera un mensaje que nada tuviera que ver con los demás. Da la sensación de que Montaigne experimentó ese lazo de intimidad con Lucrecio, un lazo que lo ayudó a captar la perspectiva de su propia desaparición. (pag.213).  Sus ensayos contienen casi cien citas de Sobre la naturaleza de las cosas, y están embebidos de su filosofía,

Sin embargo lo más atractivo de este ensayo es la pasión con que Greenblatt nos habla de los libros, de los papiros, las tintas, las bibliotecas, los copistas y la disciplina de los monjes que los mantuvieron vivos en los monasterios y de los muchos que se han perdido. De los que los que los buscaron, encontraron y amaron como a seres humanos vivos.

Le he puesto xxxx1/2 y está a vuestra disposición. Se deberá tener presente la advertencia que se hacía en los conventos medievales para conservar sus preciosos manuscritos:

Al que lo robare o tomare prestado y no lo devolviere a su propietario, que este libro se convierta en una serpiente cuando lo tenga en sus manos y lo muerda. Haga que le dé una perlesía y todos sus miembros queden mustios. Que se consuma de dolor pidiendo a gritos clemencia y su agonía no cese hasta quedar deshecho. Que los gusanos corroan sus entrañas en nombre del Gusano que nunca muere, y, que cuando llegue al castigo final, que las llamas del infierno le consuman para siempre. (pag. 34)

Creo que los frailes se pasaban un poco.
Un abrazo

Rafa

1 comentario:

Diego dijo...

¡Magnífica entrada! Sugerente. Me lleva a desear leer este libro.
No hay nada como los clásicos de vez en cuando.

Libro que apuntaré el primero en la larga lista de pendientes. También me apunto a Lucrecio, de quien no he leído nada.